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Anime y videojuegos Volumen 3; Mi tío no es de este mundo

Un chico de 17 años, con pocas capacidades sociales y obsesionado con los videojuegos, en especial con SEGA, es lanzado, literalmente, por un camión (Si, otro ¿Es que no miran estos chicos japoneses al cruzar?) a un mundo de fantasía tipo RGP clásico. Pues ya lo tenemos, otro isekai más de tantos que pululan por ahí. Solo que no lo es.

Mi tío es de otro mundo” comienza al otro lado el camino, 17 años después, cuando Ojisan, que así se llamaba el joven atropellado, despierta del coma. Entonces llaman a su familiar más cercano, su sobrino Takafumi, un joven de escaso éxito al que le cae la noticia como una losa. No conoce a su tío, y además parece que se le han aflojado los tornillos y dice cosas raras. Pero es a él al que se le afloja todo cuando ve que en realidad es un auténtico mago. Entonces, pasado el susto inicial, mira a su tío y sus ojos se llenan de yenes. Aquí hay posibilidades, quizá su vida empiece a mejorar después de todo, piensa, y decide acogerlo en su piso.

 

 

Allí el sobrino tendrá que ir poniendo al día a su desfasado tío; Internet, YouTube, los nuevos mangas y animes, y el destino que ha seguido su idolatrada SEGA… Muchos momentos de pez fuera del agua que resultan ocurrentes y frescos. Y es que lo que más destaca de este anime es el humor y el buen rollo que trasmite, sobre todo procurados por el carácter del tío, que pasa continuamente de ser asombrado a asombroso.

Todo ello teñido de una suave nostalgia, y sin olvidarse de darle su momento a temas como el amor, la amistad, la familia, la sociedad moderna…. Momentos tristes o intensos tendrán también su lugar, pues lo de Ojisan en ese otro mundo no ha sido un camino de rosas, dando una mezcla muy acertada con el tono gamberro general. Y sin olvidarnos de esa pasión por los videojuegos, sobre todo por SEGA, que se va filtrando en la historia a lo largo del anime, y no solo como referencias directas, que también, sino en su propia estructura, y que hace que este anime nos ataña de especial manera a los gamers.

 

 

Pero no penséis que dejamos el mundo isekai de lado ¡Ni mucho menos! Pues Ojisan les irá contando sus andanzas a Takafumi y a su vieja amiga de la infancia, Raiga, que aparece por allí y allí se queda, conformando un trio que casa fantásticamente y aportando un interés amoroso para el joven. Y aquí viene una de las cosas que más me gusta, el método que usa el mago para hacerles ver su pasado en ese mundo de fantasía, un hechizo que consiste en… ¡un plasma! Si, es un plasma raro que vuela, pero lo es. Y además tiene todas las funciones posibles; pause, rebobinado, ampliación… Vamos, que es una magia indistinguible de la tecnología. ¡Y eso descaro me gusta! Además de marcar el tono de lo que vamos a ver en esa mágica pantalla.

 

 

El mundo de fantasía al que fue arrastrado Ojisan cumple con los cánones de un isekai, para enfrentarlos al carácter del héroe de la historia, en las antípodas de lo épico tan propio del género, creando un contraste que resulta sorprendente y divertido. Todo funciona en ese mundo, todo cuadra, a veces tanto que llega a la parodia, todo menos él, y eso que como buen otaku se conoce los principios de este tipo de universos, pero en este lugar parece que también anda algo desfasado, lo cual unido a sus escasas dotes sociales hace que se le escapen cosas, cosas importantes ¡Hay Ojisan¡

Y con esta premisa van pasando los días de estos tres, entre tratar de sacarle rentabilidad a los poderes del hechicero de las formas más curiosas y revisitar aquel mundo de fantasía ante el asombro y la incredulidad, por lo a veces torpe de sus desventuras, de Takafumi y Raiga.

 

 

Quizá no sea una grandísima obra, el anime del año ni nada así, quizá la animación no sea la mejor, aunque creo que le va muy bien al tono general, pero sin duda es algo que merece mucho la pena ver, por lo curioso y refrescante de su original humor y por sus carismáticos protagonistas que te dejaran, tras cada uno de los 13 capítulos con los que cuenta hasta ahora, con una agradable sensación.

Y a veces eso es lo único que hace falta.

Santiago
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