TENDENCIAS HOY

El Indie y los Videojuegos. Volumen 2

El Indie y los Videojuegos. Volumen 2

 

Allan Moore, o el aburrimiento de los genios

 

 

Retomando el tema

En el Volumen 1 de esta serie, dedicada al indie en los videojuegos, convenimos, o al menos convine yo, que los videojuegos son un arte, y que como tal, nace y se nutre del indie, es decir, del impulso atávico del ser humano por hacer garabatos en cualquier sitio, hacer pulseras o contar historias. De expresar. De la belleza por la belleza.

Partiendo de esa base, hoy toca centrar el tiro y hablar exclusivamente de videojuegos y lo que significa el indie en ellos, desde su origen, pasando los por distintos auges y caídas que a vivido a lo largo de las décadas, y destacando la importancia que tienen para que el mundo de los videojuegos siga siendo algo sorprendente y dinámico.

Ya hablamos también del bueno de William y su portentoso “Tenis for two”, como un proto-indie gamer de los años 50, entre otras “cosillas”, y no podemos por menos que nombrar al bueno de Ralph Baer y su Magnavox Odyssey, la primera videoconsola, que ya incluía una primigenia versión de lo que terminaría siendo el videojuego que daría origen a la industria del entretenimiento más grande que el mundo ha visto.

Y aquí es donde entra Alan Moore.

 

 

El genio aburrido

Que Alan Moore sea uno de los padres del videojuego es una enorme casualidad en sí misma.

Resulta que, para empezar, cuando Ted Dabney, a la postre fundador de Atari junto a Nolan Bushnell, le ofreció empleo como programador, el buen Alan apenas sí sabía de que iba aquello de los videojuegos. Pero Ted tenía muy buen ojo, en más de un sentido.

Y además tenía las ideas muy claras, tanto que había estado en diferentes ferias y presentaciones sobre estos novedosos divertimentos. Y fue en una de ellas donde puso ese ojo suyo tan fino en un juego de tenis, a su parecer, bastante ramplón, que el ya nombrado Ralf Baer mostraba como ejemplo de lo que podía hacer su máquina casera de videojuegos.

La cosa es que le comento a Alansu idea” y le pidió que la replicara, para que el aspirante a programador se fuera soltando. Y no solo se soltó picando código, el tipo, sino que lo hizo tan rápido que pronto se aburría, así que se dedicó a mejorar el juego en todas sus facetas, sobre todo la jugable, creando el videojuego que conocemos hoy, tan adictivo como rentable. Cuando los futuros jefes de Atari vieron el resultado, compraron una tele vieja, la montaron sobre un mueble, y se convirtieron en las primeras personas en jugar al mítico arcade.

Estaban entusiasmados con el resultado, y aún así, no podían ni imaginar el cambio cultural del cual estaban siendo bisagra. El resto de esta historia, lo del bar, la caja llena de monedas y como nació la era de los videojuegos, lo tenéis en lo escrito sobre Pong en la sección de reportajes de SomosGaming, por sí os interesa.

 

 

Pues para empezar, el nacimiento de la industria de los videojuegos no pudo ser más indie; una tele vieja, un mueble de a saber donde y de ahí a montar el imperio de Atari. Pero ¿Qué pasa siempre con los imperios? Que suben tan alto que antes o después terminan por perder el equilibrio y caer.

Pero eso, aparte de sabido, no tiene mayor importancia para nuestro relato. Lo importante es que “Pong”, jugado por primera vez en una pantalla de segunda mano, se convirtió casi al instante en una fuente de manar oro, ante cuyo rumor se aproximaron, codiciosas, multitud de empresas que, cuál aventureros de la California del SXIX, querían su trozo del pastel, y que apretaron tanto el cuello de esta nueva gallina de los huevos de oro que casi la dejan seca en apenas una década.

¿Os acordáis de lo que le decía cierto vikingo celebre a su no menos celebre hijo sobre el poder en “Vikingos” y que yo utilice por mayor entendimiento de mis desbarres del Volumen 1 de esta serie? Pues eso.

En 1983 llegó la gran crisis de los videojuegos, por la cantidad de títulos nefastos lanzados a porrillo por toda la cara y ante el hartazgo de los jugones, nada nuevo bajo el sol, siendo el epitome de esto el histórico “E.T. El videojuego” del que ya hablamos en su día. El imperio de Atari se tambaleo, para más tarde caer, como caen siempre, antes o después, todos los imperios, ante la llegada, además, del binomio Nintendo y SEGA, que con sus cartuchos daban poco pie a lo indie.

Pero fue otra rama de la tecnología de la época la que dio alas entre los 80 y 90 al mundo indie del videojuego, llegando a un renacimiento y reinvención del mismo.

 

 

Micrordenadores, la primera gran oleada del indie en los videojuegos

Los micrordenadores de 8 bits, con su capacidad tanto e reproducir juegos como de crearlos mediante BASIC, dio rienda suelta a que chavales de 15 años se pusieran a destripar código y, guiados por la revista de turno o lo que hablabas con algún amigo, ver como funcionaban aquellos bichos y replicarlos.

No vamos a ahondar ahora en esto, todo tendrá su momento, solo decir que algunos se convirtieron en millonarios siendo menores de edad por pura genialidad, y que otros muchos, más mayorcitos estos, también, con un merecimiento que ya discutiremos. ¿Quién dijo nada de carroñeros?

Mejor seguimos, ya hablaré.

Pero entrados ya en los 90, los micros decaían ante los 16 bits, y los nuevos PC, último reducto del videojuego indie por aquellos tiempos. No había ni mercado, ni herramientas accesibles, ni nada a favor, salvo el espíritu creativo e inquieto de unos cuantos. Alguna cosa iba llegando con el paso de las generaciones y la subida exponencial en la potencia de los ordenadores y las herramientas para crear juegos, así como la aparición de otro aspecto vital, la apertura de plataformas al indie como Steam para dar salida a toda la creatividad e ingenio que las encorsetadas majors ni pueden ni se atreven.

Por suerte hoy día no las necesitamos para disfrutar de grandísimos juegos, pues tanto chavales desde su PC como pequeñas compañías nos ofrecen experiencias jugables increíbles. “Pero esos solo son pequeños juegos chorras” me dirá alguien. Os suena “Hollow Knight”, ¿no? ¿Y un tal Minecraft? Un jueguito de gráficos feos que creo un chaval él en su casa hace unos años. Pues eso.

 

 

Reflexión final; de hamburguesas genéricas y croquetas caseras

Claro que se sigue y se seguirá jugando al COD, FIFA o LOL masivamente, yo mismo los juego y los disfruto, al igual que me como una hamburguesa del McDonalds y me quedo tan ancho. Y eso está bien. Pero también poder tomarte una tapa de mil pares de narices con una cervecita fría en una tasca de 4 mesas. Yo prefiero la tasca, donde me llaman por mi nombre y me ponen unas croquetas caseras de escándalo, pero una McPollo me la hinco también con fruición. Para gustos, y momentos, colores, eso es lo bueno.

Lo malo sería que solo hubiera McDonalds y para tomarte una croqueta tuvieras que ir a casa de tu madre. ¿Os imagináis como serían unas croquetas del McDonals? Yo ni quiero ni puedo.

Y aquí lo vamos a dejar por hoy, que empiezo a divagar más de la cuenta, para retomar el próximo día con el resurgir del indie videojueguíl y llegar hasta la brillante actualidad, en la que cualquiera, literalmente cualquiera, puede crear un videojuego.

¿No me crees? Pues si sigues estos volúmenes hasta el final, en el último te daré las claves de como crear un videojuego cómodamente desde tu casa al estilo “Bricomania”

Hasta entonces, buenas partidas.

Síguenos en X para no perderte nada y en nuestros canales de WhatsApp y Telegram

Santiago
Facebook
Twitter
Telegram
Skype
Pinterest
Digg
LinkedIn
Reddit
WhatsApp

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *